2 de julio de 2024
Cultura / Sociedad

PICASSO COMO DEVORADOR DE IMÁGENES, LOS CAPRICHOS DE UN ‘ICONOFAGO’ SOCIALISTA

Pablo Picasso, uno de los titanes del arte del siglo XX, revolucionó la estética visual a través de movimientos como el Cubismo, y tejió una profunda narrativa política en su obra, impulsada por sus convicciones socialistas.

La exposición «Picasso iconófago» en el Museo Picasso de París destaca cómo el maestro español utilizaba su colección de postales, fotografías y recortes de revistas como una fuente insaciable de inspiración. Esta práctica refleja su voracidad visual yx su enfoque socialista al arte, considerando las técnicas de reproducción masiva como un medio para democratizar el acceso a la cultura y la belleza.

Desde sus primeros trabajos políticos, como «El sueño y la mentira de Franco», hasta obras icónicas como «Guernica» y «La paloma de la paz», Picasso no se limitó a la expresión estética; buscó activamente influir en la sociedad y sus conflictos a través de su arte. De hecho, «Guernica», creada para la Exposición Internacional de París de 1937, es un claro ejemplo de cómo su arte servía como un acto de protesta contra el fascismo y una muestra de solidaridad con las causas anti-fascistas y comunistas​​​​.

Además, el impacto de sus obras y su posicionamiento político llevaron a que figuras como Joseph Stalin y otros miembros del Partido Comunista cuestionaran su enfoque, a veces considerando sus métodos y mensajes demasiado abstractos o ambiguos para ser eficaces en la lucha política​​. Sin embargo, Picasso nunca dejó de integrar sus ideales en su obra, llegando incluso a ser reconocido por la Unión Soviética con el Premio Stalin de la Paz​​.

En esta retrospectiva, «Picasso iconófago» revela la extensa gama de influencias que nutrieron su arte, y enfatiza cómo su compromiso con el socialismo y su crítica a las injusticias modelaron profundamente su legado como un «artista del pueblo», tanto en su contenido como en su método de creación y distribución de arte​​​​​​.

El Museo Picasso de París inaugura este martes una exposición que ilustra el voraz apetito de imágenes del pintor español, que coleccionó miles de postales, fotografías, carteles y revistas como fuente de inspiración.

«Picasso iconofago» es el título de la retrospectiva, abierta hasta el 15 de septiembre, con 87 obras, 55 de ellas pertenecientes a las colecciones del museo.

Picasso fue el ejemplo de un artista que supo aprovechar las técnicas de reproducción masiva de obras de arte del siglo XX, como las postales que empezaron a imprimir con abundancia los museos.

Allá donde no podía acudir para ver en directo los cuadros que le interesaban, el genio español adquiría imágenes para estudiarlos, aunque las reproducciones fueran en blanco y negro (colores que también fueron uno de sus medios de expresión preferidos».

Hasta finales del siglo XIX «la reproducción reposaba esencialmente en los grabados o las estampas», explicó Cécile Debray, presidenta del Museo Picasso.

«De repente hubo una explosión, un alud de imágenes nuevas, provenientes del mundo entero, y una apertura sobre las culturas extranjeras, no occidentales», añadió.

«Picasso es consciente de que hay otras maneras de ver y representar el mundo real», explica.

Picasso coleccionó desde revistas humorísticas ilustradas, como la catalana «Papitu» hasta fotos eróticas, carteles, magazines británicos o estadunidenses que no podía leer, pero cuyas ilustraciones eran de máxima calidad.

La exposición se divide en cuatro partes: «Héroe», «Minotauro», «Voyeur» y «Mosquetero».

A partir de los cuadros clásicos de Jacques-Louis David y Nicolas Poussin sobre el mito del «Rapto de las Sabinas», Picasso deshace y reconstruye esas imágenes, que le servirán de inspiración luego para su «Guernica» (1937).

Y también para un cuadro poco conocido del pintor: «Masacre en Corea», de 1951, que bebe directamente de los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 de Francisco de Goya.

En «Minotauro» Picasso aprovecha la imagen del monstruo mítico, mitad toro mitad humano, reproducida en postales a partir de ánforas griegas, para explorar sus obsesiones sexuales.

Goya y sus grabados taurinos vuelve a aparecer como influencia determinante.

Y esa parte de la exposición da paso a una sorprendente muestra de los materiales que llegó a acumular Picasso en sus talleres, una mezcla caótica de papeles de todas clases y tamaños.

Así como 66 placas de cobre dedicadas al tema de la Celestina, para ilustrar una edición especial de la novela de Fernando de Rojas, obra cumbre de la literatura española del siglo XV.

«Picasso» se reivindicaba también como «mirón» («voyeur»).

Ya sea de una mujer orinando en la playa («La pisseusse» 1965) que se inspira de un aguafuerte de Rembrandt de 1631 o de un cuadro que lo obsesionó durante años, «El almuerzo sobre la hierba» de Edouard Manet (1863).

«Mosquetero» no solamente explora la atracción de Picasso por la figura del espadachín desde su infancia, sino también ilustra su forma de abordar el mito del Quijote, y su devoción por el Greco o Velázquez.

Exiliado en Francia, el genio español no podrá regresar nunca más a El Prado para admirar «Las meninas», así que guardará decenas de láminas, fotografías o reproducciones para versionar el cuadro.

– Nuevo portal digital –

Paralelamente a la exposición, el Museo Picasso avanza en su enorme proyecto de digitalización de los fondos de la colección, que cuenta con más de 200.000 objetos de todas clases, cedidos al Estado francés por la familia en 1992.

El museo parisino lanzó el lunes un nuevo portal digital para facilitar el acceso a los aficionados y expertos. Y prepara, en otro palacete cercano a su sede, la inauguración «de aquí a finales de año» del Centro de Estudios Picassianos.

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