¿POR QUÉ CONMEMORAMOS HOY EL ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE PORFIRIO DÍAZ?
El aniversario del fallecimiento de Porfirio Díaz, ocurrido el 2 de julio de 1915, es un momento significativo para reflexionar sobre el legado de uno de los personajes más controvertidos en la historia de México. Díaz, quien gobernó el país durante más de tres décadas, dejó una huella profunda y duradera que sigue siendo objeto de debate y análisis hasta el día de hoy.
Nacido el 15 de septiembre de 1830 en Oaxaca, Porfirio Díaz se destacó inicialmente como militar. Participó en la Guerra de Reforma y en la intervención francesa, ganándose una reputación como líder valiente y hábil estratega. Su ascenso al poder comenzó con su victoria en la Batalla de Puebla el 2 de abril de 1867, un hito que lo catapultó a la prominencia nacional.
Porfirio Díaz se convirtió en presidente de México en 1876 tras liderar la Revolución de Tuxtepec, que derrocó a Sebastián Lerdo de Tejada. Su mandato fue caracterizado por la búsqueda de la estabilidad y el desarrollo económico, pero también por la represión política y la falta de libertades democráticas.
El Porfiriato: un periodo de contrastes
Bajo el régimen de Díaz, México experimentó un notable crecimiento económico. Se promovió la inversión extranjera, se desarrolló la infraestructura, especialmente en términos de ferrocarriles y telecomunicaciones, y se modernizó la industria. Estas medidas llevaron a un periodo de prosperidad económica para ciertos sectores del país.
Sin embargo, este progreso tuvo un alto costo. El régimen de Díaz fue autoritario y no toleraba la disidencia. La censura, el control estricto de los medios de comunicación y la represión de opositores políticos fueron comunes. Además, las elecciones eran manipuladas para asegurar la continuidad de Díaz en el poder, lo que desató un profundo descontento social.
A pesar del crecimiento económico, la riqueza no se distribuyó equitativamente. La mayoría de la población rural y los trabajadores urbanos vivían en condiciones de pobreza extrema, mientras que una élite pequeña se beneficiaba de las políticas económicas del régimen. La falta de reformas agrarias y la explotación laboral llevaron a tensiones sociales que finalmente contribuirían al estallido de la Revolución Mexicana en 1910.
Después de la Revolución Mexicana, Díaz renunció y se exilió en Francia en 1911. Pasó sus últimos años en París, donde murió el 2 de julio de 1915. Aunque murió lejos de su tierra natal, su legado sigue siendo un tema central en la historia de México.
El aniversario de su fallecimiento ofrece una oportunidad para evaluar el impacto de su gobierno en el México moderno. Por un lado, su administración es reconocida por los avances en infraestructura y el impulso a la economía. Por otro lado, su gobierno es criticado por la falta de libertades políticas y la desigualdad social que prevaleció durante su régimen.