4 de julio de 2024
Cultura / Sociedad

TEOBERT MALER, UNA MIRADA SECRETA EN YAXCHILÁN

El Instituto Iberoamericano de Berlín y Memórica exhiben parte del acervo del explorador austro- alemán, con documentos poco conocidos

Teobert Maler (1842-1917) fue uno de los muchos cadetes que llegaron de Europa a tierras mexicanas, en diciembre de 1864, para apoyar a Maximiliano de Habsburgo y luchar en contra de las tropas de Benito Juárez.

Pero tras el fusilamiento de Maximiliano, en junio de 1867, y la caída del Segundo Imperio Mexicano, Maler decidió quedarse en México y se convirtió en uno de los primeros exploradores que arribaron a la región del río Usumacinta.

Fue así como se convirtió, a finales del siglo XIX y principios del XX, en un reputado mayista que exploró y registró el sitio arqueológico de Yaxchilán, en Chiapas, como devela la exposición digital Yaxchilán, en la mirada de Teobert Maler, curada por los investigadores Rafael Fierro Padilla y José Humberto Medina González.

El proyecto para hacer una exposición sobre el trabajo de Teobert Maler en Yaxchilán nace de la colaboración con el Instituto Iberoamericano de Berlín, que nos facilitó el acervo documental de dicho personaje y, así se abrió la posibilidad de hacer una relectura de su importante documentación del sitio, a la luz de lo que actualmente se conoce después de décadas de avances epigráficos en el desciframiento de monumentos inscritos y trabajos arqueológicos no sólo en Yaxchilán, sino en sitios ubicados en los alrededores”, dice a Excélsior Rafael Fierro Padilla.

Y añade: “Maler fue quien hizo la descripción y la documentación fotográfica más completa de los sitios arqueológicos localizados a lo largo del río Usumacinta en Chiapas. En Yaxchilán, no sólo dibujó planos, cortes y alzados de varios de los edificios, sino que también trazó un mapa muy preciso de la distribución de los conjuntos de estructuras y de los monumentos esculpidos (dinteles, altares y estelas), asignándoles una nomenclatura, que, al día de hoy, se sigue utilizando”.

Además, él fue quien desestimó nombres anteriores que se le habían dado al sitio —como Menché o Ciudad Lorillard—, por considerarlos carentes de sentido y sin alusión a alguna referencia propia del lugar, por lo que decidió renombrarla Yaxchilán, nombre con el que se le conocía a un arroyo cercano, y que significa ‘piedras verdes’.

La muestra se divide en cuatro salas. La primera refiere a esos exploradores iniciales que llegaron a Yaxchilán y el área maya, donde figuran Alfred Maudslay y Désiré Charnay. La segunda se centra en Teobert Maler, su infancia y juventud en Europa, su llegada a México, su afición a la fotografía y su exploración en el área maya.

La tercera es un recorrido por el Yaxchilán que apreció Maler, a partir de sus descripciones, planos y fotografías; incluye un mapa actual de la zona arqueológica, y cierra con la revaloración de su obra, así como la importancia en estudios epigráficos y arqueológicos posteriores sobre Yaxchilán y en los sitios del río Usumacinta.

¿Cuáles son algunos de los documentos más destacados que muestran en la plataforma?, se le pregunta a Humberto Medina.

Se pueden mencionar las fotografías de los monumentos epigráficos de Yaxchilán, que durante varias décadas fueran consultados por especialistas de la escritura maya, y a partir de ellas se lograron avances significativos, no sólo en su desciframiento, sino también en la lectura de acontecimientos históricos que sucedieron en Yaxchilán y en otros reinos mayas.

También son de relevancia las imágenes fotográficas y dibujos de las edificaciones de esta antigua ciudad, por el estado de conservación que aún guardaban los mismos.

Finalmente, resultan interesantes los diarios de campo que escribió Maler de sus recorridos por el Usumacinta y algunas notas redactadas por él sobre las tensas relaciones que sostuvo con el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y de la percepción que tuvo sobre el poco profesionalismo de algunos arqueólogos norteamericanos que comenzaron a trabajar con esa institución después de que (Maler) saliera de ella”.

El acervo de Maler, que resguarda el Instituto Iberoamericano de Berlín, Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, inte-gra 2,700 fotografías, siete manuscritos, 15 libros de notas, 145 croquis o planos arqueológicos, cerca de 230 misivas y 370 hojas sueltas de notas. Sin embargo, con el convenio entre la institución alemana y Memórica-AGN, sólo se ha digitalizado una parte.

REGISTRÓ CERCA DE CIEN SITIOS

Tras el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, en 1867, Teobert Maler tuvo miedo de ser perseguido, así que vivió con cautela en algunos poblados del Estado de México, Hidalgo, Querétaro y Michoacán, donde se dedicó al comercio.

Un año después, hizo una estancia en la Ciudad de México, donde adquirió equipo fotográfico y aprendió el arte del oficio que ejerció durante las décadas siguientes, con el que obtuvo un número considerable de fotografías que muestran la diversidad del paisaje natural, las antiguas ruinas, los objetos y las colecciones arqueológicas, los poblados, las ciudades mexicanas, los retratos de los indígenas, los mestizos y de los extranjeros en nuestro país, detalla José Humberto Medina.

Fue entre 1886 y 1894, mientras Maler residía en Yucatán, cuando tuvo interés por registrar a detalle los vestigios mayas, por lo que exploró el territorio de los actuales estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, donde descubrió y documentó, a partir de notas escritas, planos, mapas de los asentamientos y fotografías, un centenar de sitios arqueológicos.

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