4 de julio de 2024
Cultura / Sociedad

ADELA GOLDBARD BUSCA REINVENTAR LA POÉTICA DE LA VIOLENCIA EN EXPOSICIÓN

Reimaginar el concepto de violencia, pero desde la resistencia. Ésa es una de las premisas centrales que plantea la artista visual Adela Goldbard (Ciudad de México, 1979) en Puesta en escena, su más reciente exposición que se exhibe en el Centro de la Imagen (CI) hasta el 31 de julio, con una selección de fotografía, video, instalación, escultura y textil que abarca casi 15 años de trabajo y donde el espectador puede apreciar las múltiples capas de lo que ella denomina “poética de la violencia”.

La curaduría de la muestra estuvo a cargo de Daniel Garza Usabiaga, dice Adela Goldbard en entrevista, “quien decidió anclarse al concepto de puesta en escena dentro de mi trabajo, es decir, hacer una selección de obra de 2010 a la actualidad, que se pudiera hilar a partir del concepto de escena, de teatralidad y construcción de escenarios o de una intención escenográfica y cómo todo eso ha sido un aspecto relevante en mi práctica”.

Como ejemplo aparecen las series Kurhirani no ambakiti (quemar al diablo): porque sólo así nos escuchan y El juicio final, realizadas entre 2019 y 2020, donde la creadora confronta el significado de la pirotecnia, la quema del Judas como acto de purificación y la violencia traducida como protesta social o reacción del crimen organizado.

La primera serie fue comisionada por la Bienal Femsa y le sirvió a Goldbard para trabajar con la comunidad indígena de Arantepacua, ubicada en la meseta purépecha, que fue atacada por la policía de Michoacán en 2017, “evento que dejó a la comunidad un trauma social e individual muy grande”, apunta.

Sin embargo, ese mismo evento –que provocó cuatro muertos, numerosos heridos y detenidos– detonó la búsqueda y la consecución del autogobierno, es decir, “a partir de aquel ataque la comunidad, de sólo 2 mil habitantes se asesoró legalmente y consiguió su autogobierno”.

Cuando la artista conoció el relato se acercó al Concejo Comunal Indígena de Arantepacua para hacer un proyecto artístico y colaborativo que recuperara la historia alrededor de aquel ataque y sin dejar fuera la lucha por su soberanía.

Se decidió hacer una pieza principal relacionada con un trabajo que había hecho anteriormente: la incineración de una efigie, a manera de quema de Judas, en la que se representó un rinoceronte (coche blindado de la policía), que entró durante el ataque, a partir de la imagen de un animal a escala real”.

Aquella pieza, cuyo video se exhibe en la muestra, fue quemada en la plaza pública de Arantepacua, con ayuda de la comunidad, que también participó en la elaboración de una serie de impresiones en tela que fueron bordadas con las habitantes de Turícuaro.

¿Por qué era importante el fuego en las piezas?, se le pregunta a la artista. “Algo que siempre me ha llamado la atención es la quema del Judas, el traidor por excelencia, y el significado alegórico que se le da a la destrucción, a partir de los juegos artificiales”, aunque esa misma acción ha servido para representar al político en turno.

Me parece interesante ese significado alegórico en el que la efigie encarna y representa el mal –sea político o fuerza policiaca– que debe quemarse con fuegos artificiales para purgarlo, aunque sea de forma simbólica o alegórica. Ése es uno de los significados más importantes que retomo en mi obra, aunque también me interesa evidenciar que en nuestra cultura no están peleados la resistencia, la celebración y el combate”, apunta la artista.

Esto mismo se puede apreciar en su pieza Pólvora y estrellas, que es una compaginación entre fuegos artificiales, que explotan en el aire, y audios de balaceras que la creadora recuperó de YouTube, que provocan la pregunta tantas veces escuchada: “¿Son cohetes o balazos?”.

Además, Goldbard asegura que le pareció interesante que los camiones quemados en las imágenes expuestas permanecieran en los linderos de la carretera como antimonumentos de protesta social, pero que también evocan el vestigio de la acción por parte de la delincuencia organizada.

Finalmente, la artista adelanta que actualmente trabaja en la posproducción de una cinta experimental que filmó en 2023 en la provincia de Chumbivilcas (Perú), que define como “un western musical quechua-mexicano”, con historias de lucha y resistencia de la región; y una comisión para la primera Trienal de Arte Público de la ciudad de Boston,

Massachusetts, que será una puesta en escena pirotécnica y efímera para 2025.

Matehuala
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