RAÚL CANO RECUPERA HISTORIA DE EMBATE DE EU CONTRA LA PINTURA SOCIAL Y PROGRESISTA
A mediados del siglo XX, Estados Unidos intentó erradicar y reducir el impacto de aquella pintura que incluía un contenido social y progresista, creada por la Escuela mexicana, con ayuda del crítico de arte José Gómez Sicre, quien se convirtió en ghostwriter de José Luis Cuevas para imponer la pintura abstracta como arte de vanguardia.
Para enfrentar aquella tendencia, más de 200 artistas, entre los que figuraron Francisco Goitia, Rosendo Soto, José Chávez Morado, Leopoldo Méndez, David Alfaro Siqueiros, Fanny Rabel, Pablo O’Higgins, Aurora Reyes y Diego Rivera, entre muchos más, integraron un grupo de resistencia para defender e impulsar la pintura mexicana.
La historia es recuperada, con documentos inéditos, por el curador Raúl Cano Monroy en el libro Por un arte al servicio del pueblo: Frente Nacional de Artes Plásticas (1952-1963), que será presentado mañana, a las 19:00 horas, en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo.
Con este libro –realizado a partir del archivo inexplorado del pintor y muralista Rosendo Soto– tratamos de rescatar la historia, pero desde el punto de vista de la escuela mexicana, porque se han hecho estudios desde La Ruptura, pero aquí se muestra la contraparte: lo que estaban haciendo (los artistas mexicanos) para frenar aquella iniciativa.
Hubo ataques mutuos, no sólo de La Ruptura, sino también de los artistas que pertenecían a la Escuela mexicana, quienes entraron en esa confrontación, pero aquí se rescata a este grupo que fue uno de los últimos bastiones que dieron lucha en contra de esa intromisión y de esa corriente que intentó vender como una vanguardia la homogenización de lo que se estaba haciendo en el extranjero”, asegura Cano Monroy.
¿Qué tan importante fue en este relato la intervención de Diego Rivera y su mural Gloriosa Victoria?
El mural Gloriosa Victoria fue importantísimo aquí, porque la única exposición de arte internacional que tuvo repercusión en el extranjero en aquella época, fue la que organizó el Frente Nacional de Artes Plásticas (FNAP), en 1954”, que incluyó este mural hecho exprofeso.
Además, “la documentación nos dice que fue el FNAP el que financió gran parte de los seguros y del traslado de su obra; sí recibían ayuda de las sedes a donde llegaban, pero quienes pagaron los seguros para que saliera su obra de México fueron los artistas”, lo cual llegó a incomodar a Fernando Gamboa y al Instituto Nacional de Bellas Artes.
Cabe mencionar que en aquella exposición también se incluyó La mesa herida, de Frida Kahlo. “Todo mundo habla de que esa pieza, que fue muy vista en la exposición de 1955, pero es ésta misma que impulsó el FNAP”, y que viajó por Bulgaria, Polonia, la URSS y China, entre otros países.
Pero este frente no sólo promovió la obra de sus integrantes, aclara Cano Monroy. “Ellos buscaron la promoción de la cultura mexicana y su eslogan fue: El arte al servicio del pueblo. No sólo difundían la obra de sus amigos, sino de artistas sin trayectoria o a quienes Gamboa no les daba oportunidad de exhibir”.
Por medio de este frente no sólo promovió el arte mexicano en nuestro país y el extranjero, “sino que también lograron el rescate arquitectónico de la Casa Deán, en Puebla; de La Profesa, en la Ciudad de México y la defensa de los murales de González Camarena en el edificio Guardiola”, entre otras acciones.
Además, protestaron contra el franquismo, hicieron revistas de arte “y lucharon contra la intromisión de esta supuesta vanguardia, porque realmente no fue una vanguardia sino una homogenización hacia los intereses de los gringos”. Sin embargo, en 1963 el FNAC desapareció, debido a divisiones internas.
Había fricciones y lo que ocurrió fue que ya no estaban a gusto con el comité directivo, porque sentían que Chávez Morado y Rosendo Soto captaban todas las actividades en favor de ellos. Por eso (cuando abandonaron el FNAP) hablaban de sectarismo”, concluye.
El libro incluye un texto de Juan Coronel Rivera, quien recupera la historia del mural Gloriosa Victoria, de Diego Rivera; así como los testimonios de Rina Lazo, Guillermo Monroy, Eloy Cerecero Sandoval y de Luz Elena Soto Martínez, hija de Rosendo Soto.