MUERTE Y TRAGEDIA EN LA CARICATURA POLÍTICA
En México, la muerte como tema fue pasando de la mano de caricaturistas como José Guadalupe Posada a la de otros artistas con preocupaciones menos festivas. Ya durante la Reforma y el porfiriato, periódicos como La Orquesta (1861-1877) utilizaron la tradición de las “calacas” y calaveras para tratar críticamente la mortandad causada por las guerras de exterminio emprendidas por Miguel Lerdo de Tejada y el dictador Porfirio Díaz contra los yaquis y los mayas.
Durante la Revolución, José Clemente Orozco y Ernesto El Chango García Cabral aprovecharon la tradición de las calaveras para exhibir a Francisco I. Madero y Emiliano Zapata como crueles asesinos. Orozco publicó sus dibujos en medios como El Mundo Ilustrado, Lo de Menos, Panchito, El Ahuizote, El Ojo Parado, El Malora, La Vanguardia, Acción Mundial, El Heraldo, El Machete y El Universal”, comenta Moisés García Nava, catedrático de la Facultad de Artes Visuales de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).
Después, Orozco se arrepintió de sus caricaturas contra la Revolución y se volvió uno de los grandes pintores del muralismo. García Cabral moderó sus posturas políticas y adoptó una ideología acomodaticia cuando los generales sonorenses establecieron el régimen revolucionario”, refiere.
El también artista visual destaca que, en la década de 1970, Eduardo del Río Rius, Carlos Dzib, y otros, en El Machete retomaron las calaveras de Posada como instrumento de “crítica descarnada hacia la represión no pocas veces brutal que los gobiernos priistas utilizaron contra movimientos sindicales y estudiantiles”.
Posteriormente, los cartonistas de la revista Proceso, Rogelio Naranjo y Helio Flores, convirtieron las “calacas” en instrumentos de feroz denuncia social, cuya hiriente acidez se intensificó durante el régimen de Carlos Salinas de Gortari hasta asumir una postura desolada en temas como los asesinatos de mujeres en la frontera norte durante el régimen de Vicente Fox y la guerra contra el narco de Felipe Calderón.
García Nava agrega que los autonombrados como moneros Antonio Helguera, Rafael Barajas El Fisgón, José Hernández y Gonzalo Rocha, hicieron evolucionar el empleo de motivos de Posada en la crítica a los crímenes de los regímenes priistas y panistas. Primero desde el suplemento Histerietas de La Jornada, y después desde las revistas El Chahuistle y El Chamuco, en colaboración con Rius, utilizaron sus caricaturas para retratar aspectos trágicos de la sociedad mexicana, como las masacres de Aguas Blancas y Chenalhó, durante el movimiento neozapatista, y la creciente violencia desatada por la guerra contra el narco.
ABOGADO DE LA CARICATURA
Con más de 30 años haciendo cartones, el artista visual Darío Castillejos Lázcares (Oaxaca, 1974) a través de su trayectoria como monero, aborda las injusticias y la crudeza de la violencia –que en muchos casos deriva en muerte– con humor negro y sátira para reflejar la trágica realidad del país.
Para Darío, la crítica es medular en toda su obra, algo que se observa no sólo en los cartones periodísticos sino en la pintura, la ilustración y la gráfica.
Los compañeros de oficio de antaño nunca se imaginaron situaciones como las actuales: violencia generalizada, altos niveles de impunidad que debemos de sortear todos los días; un panorama, de verdad extraño y doloroso”, dice.
Existe una línea muy fina entre denunciar la brutalidad y ser insensible con quienes han sufrido. La representación debe ser respetuosa y evitar el sensacionalismo”, considera el varias veces Premio Nacional de Periodismo.
Darío, considera a la gráfica como su lenguaje principal y agradece su paso por la abogacía, pues “fue esencial para despertar el sentido crítico en cada cartón”.
Tiene como piedra angular no victimizar. “Las imágenes poderosas pueden ser perturbadoras. El desafío consiste en crear una imagen que impacte y genere conciencia sin causar dolor adicional a la audiencia, especialmente a aquellos que han experimentado violencia”.
En su obra gráfica y plástica propone un cuestionamiento al poder, “de si estamos en el lado correcto o no”, concluye el presidente del Club de la caricatura Latina.

