LA GENERACIÓN DORADA DEL 2005 SE APAGA CON EL RETIRO DE HÉCTOR MORENO
Han pasado 20 años desde que México conquistó el mundo en el futbol Sub-17. Fue un 2 de octubre de 2005 en Lima, Perú, cuando una generación de jóvenes mexicanos sorprendió al planeta entero al derrotar 3-0 a Brasil en la Final del Mundial Sub-17. Aquella tarde, bajo la dirección técnica de Jesús Ramírez, nacía la llamada “Generación Dorada”, un grupo de promesas que llenó de esperanza a todo un país ávido de triunfos internacionales.
Hoy, dos décadas después, esa generación ha quedado oficialmente en el recuerdo. Con el anuncio del retiro de Héctor Moreno, se apaga la última llama encendida de aquel histórico equipo. El defensor sinaloense, multicampeón con clubes y con más de 130 partidos con la Selección Mayor, fue el “último de los moicanos”, el único que aún seguía en activo.
“Gracias, fútbol. Gracias, vida. Gracias, Dios”, escribió Moreno en redes sociales al anunciar el fin de su carrera. Con él se cierra un ciclo que marcó una época y que, aunque no todos sus integrantes alcanzaron la élite, dejó una huella imborrable en la memoria del futbol mexicano.
De promesas a realidades
Héctor Moreno fue, sin duda, uno de los que mejor capitalizó aquel campeonato. Su madurez temprana le llevó al futbol europeo con el AZ Alkmaar, luego al Espanyol, PSV Eindhoven, Roma, Real Sociedad y finalmente Rayados, donde puso punto final a una carrera de más de 20 años.
Junto a él, Carlos Vela y Giovani dos Santos fueron los dos nombres que más brillo internacional alcanzaron. Vela deslumbró en Europa con el Arsenal, Real Sociedad y culminó su carrera en la MLS como figura de Los Angeles FC. Giovani, por su parte, jugó en Barcelona, Tottenham y América, siendo campeón mundial Sub-17 y campeón de Oro con la Selección Mayor, aunque su carrera se vio afectada por las lesiones y los escándalos extra cancha.
En el plano nacional, otros como Adrián Aldrete y Efraín Juárez construyeron trayectorias sólidas en la Liga MX. Aldrete disputó más de 500 partidos y levantó títulos con América, Cruz Azul y Pumas. Juárez, además de haber jugado en Europa, hoy dirige a Pumas, representando el paso natural de jugador a estratega.
Patricio “Pato” Araujo, el capitán de aquel equipo, levantó el trofeo en Lima como símbolo de liderazgo. Jugó para Chivas y Puebla, pero su carrera tomó un rumbo mediático tras su retiro, participando en programas de televisión y reality shows.
Otros nombres, sin embargo, se quedaron en el camino. César Villaluz, figura de aquel torneo, parecía destinado a la gloria, pero nunca volvió a ser el mismo tras una dura falta sufrida en la final del Clausura 2008. Éver Guzmán, autor de varios goles en Perú, vagó entre equipos de México, Estados Unidos y Guatemala. Omar Esparza, campeón con Chivas, se retiró en 2019 y ahora dirige su propio proyecto deportivo.
Una generación que inspiró
Aquel 2005 cambió la percepción del futbol mexicano juvenil. Por primera vez, México se coronaba campeón del mundo en cualquier categoría de FIFA, y lo hacía con autoridad. En la final, con goles de Carlos Vela, Omar Esparza y Éver Guzmán, el Tricolor se impuso con un futbol de calidad, técnica y confianza.
Jesús Ramírez, el técnico de aquella hazaña, acuñó una frase que se convirtió en emblema: “Sí se puede ser campeón del mundo”. Y lo demostraron. El triunfo fue el punto de partida para creer en los procesos juveniles, y sirvió de base para que México volviera a coronarse Sub-17 en 2011, ya con una estructura más sólida.
El paso del tiempo y la nostalgia
Hoy, 20 años después, los nombres de aquella selección evocan nostalgia. Ninguno sigue en activo, pero todos forman parte de la historia. Algunos ligados al futbol desde los banquillos, otros desde los medios o la vida privada. Lo cierto es que todos pertenecen a una camada irrepetible.
El retiro de Héctor Moreno no solo simboliza el fin de una carrera ejemplar, sino el cierre de un capítulo que inspiró a toda una generación de aficionados. Fue la primera vez que México tocó la cima del mundo, y esa victoria, conseguida con humildad, talento y pasión, sigue siendo una de las más grandes gestas del deporte nacional.
De aquel grupo que posó con el trofeo en el Estadio Nacional de Lima, ya ninguno pisa una cancha profesional. Pero su legado permanece, intacto, como testimonio de que el futbol mexicano puede alcanzar la gloria cuando el talento se combina con disciplina y convicción.
Porque aquella generación de 2005 no solo ganó un Mundial: enseñó a México a creer que podía ser campeón del mundo.

