HOMENAJE A JUAN GABRIEL EN EL ZÓCALO: FANS REVIVEN CONCIERTO HISTÓRICO
Mi madre me dio la vida, pero Juanga las ganas de vivir”, se lee en una pancarta en el Zócalo capitalino. Son las ocho de la noche y el cielo ya está completamente oscuro, pero en la plancha tres pantallas iluminan a las miles de personas que se han dado cita para recordar a una de las mejores voces que ha dado México, Juan Gabriel.
En 1990, el concierto por el que hoy decenas de miles de personas se reúnen para ver en video, en el primer cuadro de la ciudad, pudo no haberse realizado en el Palacio de Bellas Artes. Por la época, el recinto era considerado, por la mayoría del público, un inmueble donde sólo podían presentarse obras y artistas de la “alta cultura”. Sin embargo, el Divo de Juárez ya era un emblema de la música y nadie pudo detener que subiera a esa tarima e hiciera historia.
Quizá en aquel momento, algunos eran conscientes de que aquel concierto sería emblemático, pero pocos comprendieron que se trataría de un documento invaluable que aún hoy es de culto para los fanáticos. Este sábado en la plaza, desde Adiós amor, te vas o Yo no nací para amar siguen siendo coreadas por los fans, tanto los que crecieron escuchando a Juanga hasta los jóvenes que siguen exigiendo más eventos del Divo.
Los carteles que se alzaban eran cientos, con diferentes mensajes de amor para Juanga, como si él no hubiera fallecido hace 9 años, como si ese video que se reproduce en una pantalla enorme, no fuera una secuencia que tomó una cámara hace 35 años. Juan Gabriel aparece a cuadro y la gente grita como si él mismo apareciera en carne y hueso.
La mayoría cantando, disfrutando sentados en banquitos, familias completas atienden cada segundo del video. Comienza entonces No tengo dinero y hay quienes llegan a las lágrimas, se ven inspirados por la voz, pero, sobre todo, por esos gestos, la personalidad que Juanga desbordaba.
Lanzando miradas a la cámara, como coqueteando con ella, y en otras tomas mirando a lo más alto de la cúpula de Bellas Artes, como si cantara a alguien en particular. Ahí, sudoroso, entregado, a veces sonriente, rodeado por una orquesta enorme que lo acompaña a pesar de que él inventa notas con su voz sobre la marcha. El público en la plancha mira con detalle y no despega la mirada.
Pero esa solemnidad contrasta con la festividad, igual de contrastante como era él, que se divertía, bromeaba y jugueteaba en el escenario, igual que cantaba con sentimiento y profundidad. Entre el público hay quienes van caracterizados con el mismo traje negro y oro que utilizó Juan Gabriel en aquella presentación. Otros, con playeras rosas, trajes azules de una etapa más actual.
Todos con ese peinado de lado, copeteado, que lo distinguía. Algunos hasta cantan a la par del video cuando suena Caray y lo imitan en sus movimientos: ese movimiento de cabeza, levantando los brazos a los costados como recibiendo el amor de la gente, y hablan con ese tono sensible agudo.
Entonces comienza Amor eterno y cuando empiezan las primeras notas del guitarrón del mariachi, todos gritan emocionados. Es una fiesta, la gente grita y después, de pronto, parecen callar todos al mismo tiempo y ahí comienza Juanga mirando al vacío. Todos cantan junto a la reproducción.
Así a lo largo de toda la noche en cada canción, Juan Gabriel revivía cuando sus notas rebotaban en los edificios del Zócalo y cuando en todos los balcones banderas con su rostro se ondeaban. Todos siguen cantando, desde chicos niños, hasta los más grandes, los ancianos, y corean: “Hasta que te conocí, vi la vida con dolor”, y casi llegan a las lágrimas, pero siempre con una sonrisa.
SERIE:
Este concierto llega después del estreno de la serie documental de Netflix, Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero, dirigida por María José Cuevas, en la que hubo tomas nunca antes vistas del archivo de Juan Gabriel, grabadas en la intimidad de su círculo más cercano, muchas hechas por él mismo y sus seres más allegados.

