GONZÁLEZ IÑÁRRITU VUELVE A MORDER; SUEÑO PERRO: INSTALACIÓN CELULOIDE
Iñárritu sigue celebrando los 25 años de Amores perros, su ópera prima, ahora con una exposición de celuloide en la Ciudad de México.
Esto no pretende ser una extensión de la película”, dice el director Alejandro González Iñárritu de pie en la escalinata que funciona como antesala a su nueva exposición.
Queríamos crear algo nuevo, revivir todo ese material que no quedó en la película que casi siempre se tira, pero que quedó guardado en la UNAM”, continúa el cineasta.
Alejandro se refiere a las partes filmadas de Amores Perros que no quedaron en la edición final de la película. Cientos de metros de celuloide que eligió detalladamente para mostrar al público.
Se trata de una exposición de luz, pensamos en hacer esculturas de luz, porque el cine es precisamente eso, de eso se compone”, detalla.
Al entrar te recibe un proyector enorme, de metal macizo, a un costado el celuloide corriendo, es extendido por una máquina que gira sin parar.
En uno de los muros se proyecta una escena, pero es un fragmento que no le va tocar ver al siguiente asistente, a menos que se detenga a ver pasar toda la cinta, algunas duran más de 10 minutos. En el muro se puede ver caminando a Emilio Echevarría, arrastrando su carro de fierro viejo, rodeado por sus perros, la cámara lo enfoca caminando, pero parece más que un fragmento de la película cualquier escena cotidiana de la capital.
Queríamos lograr precisamente eso”, añade Iñárritu “mostrar esos pequeños ladridos de la Ciudad de México”. La escena de Emilio termina, y ahora se ve un montículo de verduras cocinándose en una plancha en un profundo close up. El sonido es del organillero, o de los autos, o del bullicio típico de cualquier gran ciudad.
Ningún sonido corresponde precisamente a las imágenes proyectadas, porque Iñárritu quería lograr, que no se vincularla está exposición de documento filmado con la película. “Hay solamente unos sonidos por ahí de Santaolalla, todo lo demás son igual sonidos del paisaje de la ciudad”, explica, “pretendíamos que esto no se sintiera como parte de la película”, insiste.
En el siguiente cuarto oscuro, dos proyectores funcionan al mismo tiempo, uno puede acercarse a una u otra proyección, o ver las dos al mismo tiempo en distintos ángulos y perspectivas. En una está Gael García Bernal besando a Vanessa Bauche, en la posterior, Marco Pérez también con Vanessa en la escena apasionada en su cuarto.
Todas las escenas parecieran repetirse una y otra vez, sin embargo todas son distintas, una de la otra, por una luz, por un movimiento distinto, por un rasgo distinto en el rostro como si los pedazos editados, celebrarán la artesanía de los que quedaron en el producto final.
Hay también momentos captados por error, cuando el elenco se estaba acomodando en algún set, o cuando estaban haciendo pruebas en la calle donde se filmó la secuencia del choque, aquella icónica escena donde tres historias se entrelazan.
Se ve la participación también meticulosa de los extras, el realismo de la sangre en los perros, sin embargo todo parece ser una ventana a una realidad cotidiana de la capital, no a los residuos de un filme.
Lo que le recuerda a la audiencia que recorre la exposición que se trata de esos “retazos”, son los descansos que se aprecian por las marcas en el celuloide, anotaciones, quemaduras, cortes abruptos, señalizaciones que filmaba a propósito para entender que se trataba de una pausa. Incluso se aprecian los claquetazos, que parecen revelar el nombre genérico que tenía la película antes de ser finalizada: Amor y Rabia, pronunciaba cada claqueta.
Además, las sombras de quienes caminan frente a cada proyección se forman también en un elemento más “sí, háganlo, pónganse frente a la luz, dejen que sus sombras se refieren, se vuelvan parte de la exposición”, apunta Iñárritu, piensa que eso la hace única cada vez que alguien la aprecia.
Son 25 años los que cumple Amores perros, y, sin embargo, asomarse a la exposición pareciera hablar del presente. Se ve también la repetición de los actores, se detienen respiran y vuelven a empezar a filmar una misma escena, la discriminación se estas imágenes invita a ver nuevamente el filme completo, para comparar, para pensar en porqué se quedaron fuera tomas que a primera vista parecen perfectas.
Alguien dice “tiene años que no la veo y ahora quiero verla otra vez”.
Sueño perro: instalación celuloide no es parte de Amores perros, pero al final parece que levanta la importancia de la misma.
Kilómetros de celuloide corriendo en un proyector que muestran cada detalle de filmación, incluso momentos breves detrás de cámaras.