4 de diciembre de 2024
Cultura / Sociedad

EVANGELIO: LOS PRIMEROS Y LOS ÚLTIMOS

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sabiduría: 2, 12. 17-20.

Los malvados dijeron entre sí:

«Tendamos una trampa al justo,

porque nos molesta y se opone a lo que hacemos;

nos echa en cara nuestras violaciones a la ley,

nos reprende las faltas

contra los principios en que fuimos educados.

Veamos si es cierto lo que dice,

vamos a ver qué le pasa en su muerte.

Si el justo es hijo de Dios,

él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos.

Sometámoslo a la humillación y a la tortura,

para conocer su temple y su valor.

Condenémoslo a una muerte ignominiosa,

porque dice que hay quien mire por él».

SEGUNDA LECTURA

Santiago: 3, 16-4, 3.

Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.

¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.

EVANGELIO

Marcos 9,30-37.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».

Primeros y últimos

El evangelio de hoy nos relata una de las ocasiones en las que Jesús comunicaba a sus discípulos que el camino que estaba eligiendo lo conduciría a la muerte y su posterior resurrección, sin embargo, ellos no entendían el mensaje ni querían pedir explicaciones, es decir, no estaban interesados en entenderlo. En lo que estaban interesados era en saber quién merecería los mejores lugares en la mesa con Jesús o qué posiciones les serían otorgadas cuando Jesús “instalara” su reino. Los mejores lugares y posiciones serían para los más importantes, es decir, para los mejores, para los que destacaran entre el resto según sus talentos o cualidades.

La actitud y acciones mostradas por los discípulos no han cambiado mucho en estos dos siglos. Seguimos intentando destacar, seguimos buscando ser mejores que los demás, por eso nos recomiendan ser muy buenos en algo y explotarlo, eso nos conducirá al éxito, al reconocimiento, a ser honrados por los demás. Quizá el buscar destacar, ser los mejores o ser importantes sea algo inherente a la naturaleza humana, y quizá por eso Jesús no condenó tal actitud, sino que le dio otro sentido.

Jesús no les dijo a sus discípulos que no buscaran ser los mejores o los más importantes, sino que les mostró una nueva manera de serlo, una manera que no nace desde el deseo de poder, dominación o vanagloria sino desde el servicio por amor. Si quieres ser el primero, sé el último de todos y el servidor de todos, nos dice Jesús en este día. Nuevamente, Jesús intenta cambiar nuestros paradigmas, esos que nos destruyen y destruyen a los demás y a la casa común, por otros que nos conduzcan a la compasión y solidaridad. Los mejores no son los que tienen más talentos, cualidades, bienes o dones, sino los que se ponen al último, es decir, los que mejor usan sus talentos para servir a los demás, y los más importantes no son los triunfadores o exitosos, sino quienes más necesitan ayuda y afecto. Ojalá que estemos interesados en entender este mensaje.

Hugo Xicohtencatl Serrano, SJ – ITESO

El justo brilla en las tinieblas como una luz

Necesitamos tener a Dios en nuestra vida, pues solo Él nos ayudará a cumplir su voluntad y saber discernir lo mejor para nosotros y los que nos rodean, para que no olvidemos que, en lo cotidiano, podemos crecer siempre de la mano de Dios, de su amor para amar, pues el que ama nunca se cansa, y eso hay que pedir a Dios constantemente.

Hoy, Jesús nos presenta la invitación a ser los primeros, no según los ojos del mundo, sino según los ojos de Dios a través de la justicia. El más grande es aquel que guarda de corazón los mandatos del Señor, y los hace tan suyos, que esto lo lleva a convertirse en el servidor de todos, y esto implica el amar.

En la primera lectura de este día encontramos el ejemplo del justo. El justo no es aquel que busca lo políticamente correcto, es aquel que cumple, por amor, la ley de Dios desde el corazón. Obviamente esto es incómodo para aquel que vive en la comodidad de los modales hipócritas, y podemos caer en la tentación de poner a prueba al justo, para humillarlo y ser nosotros los que seamos enaltecidos.

La segunda lectura nos enseña que aquel que siembra la paz, cosecha frutos de justicia, y es entonces que toma sentido la propuesta del evangelio, donde Jesús manifiesta el segundo anuncio de su pasión, tal como describe el libro de la sabiduría (Primera lectura).

Jesús es el hombre justo, que ama y vive la ley e incomoda a quienes no viven conforme a la misma, él presenta el plan de salvación, como una clara manifestación del amor de parte de Dios. Jesús anuncia su obra salvífica mientras los discípulos se ponen a discutir sobre quien es el más grande, y podemos decir: ¿Estaban cerrados sus ojos ante un anuncio tan importante de parte de Jesús? pero también nosotros vivimos con los ojos cerrados cuando Dios nos llama, discutimos tantas cosas importantes que dejamos de lado lo esencial, por ello, el ejemplo de ser grandes a los ojos de Dios, es ser el servidor de todos como Jesús mismo.

No pretendamos cosas inalcanzables, sigamos el ejemplo de los santos, que en lo cotidiano de la vida lograron ser grandes, pues supieron pedir a Dios lo que era conveniente no para ser vistos, o alimentar su soberbia, sino para, humildemente enamorarse cada vez mas de Dios.

Seamos los eternos enamorados de Dios, pues amar implica la relación con el otro, de tal forma que por amor nos volvamos los servidores de la humanidad aunque esto sea contradictorio para el mundo. Comencemos con los que nos rodean, nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo o escuela, cumpliendo la ley de Dios no a manera de competencia sino por amor ayudándonos unos a otros, y esta es una gracia que hay que pedir.

Pidamos a Dios la gracia de aprender a amar como la virgen María, la eterna enamorada, que abrazó la voluntad de Dios, que la hizo la suya, y se convirtió en la sierva del Señor, acompañando a los apóstoles en la oración, para que nos ayude a no pretender cosas que superan nuestras capacidades y aumentan nuestro orgullo, antes bien nos ayude a pedir la gracia de ser los servidores de la humanidad, por el amor.

Matehuala
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