19 de mayo de 2025
Cultura / Sociedad

EL “JUICIO FINAL”: LA OBRA DE MIGUEL ÁNGEL CENSURADA POR EL VATICANO EN LA CAPILLA SIXTINA

Entre los muros del Vaticano se encuentra lo que muchos llaman “la joya del arte”: la Capilla Sixtina, recinto donde se lleva a cabo el Cónclave y la elección del Papa. Pero es en sus bóvedas y altar donde la magia se manifiesta: «El Juicio Final» de Miguel Ángel.

Roma es considerada por expertos, y por los visitantes en general, como la cuna del arte. ¡Y con justa razón! Es aquí donde, por primera y única vez, tres de los grandes maestros se reunieron: Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y Rafael Sanzio.

¿Quién pidió la Capilla Sixtina?

Antes de continuar, es necesario un poco de contexto. Estamos hablando de los años 1500 a 1600, aproximadamente. La ciudad de Roma era una obra en transición entre su pasado y la expansión del catolicismo.

En resumen, era tierra fértil para que los artistas lograran llevar su trabajo a niveles jamás vistos, al mismo tiempo que contaban con financiamiento económico.

Aquí surge la relación arte-Iglesia, y hay que dar las gracias al papa Julio II, quien hizo de su tumba un proyecto artístico. No obstante —y no es por chismosos—, entre el Papa y Miguel Ángel, la cosa no resultó bien.

Por lo tanto, fue el papa Della Rovere quien pidió a Miguel Ángel pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, aun cuando el artista no contaba con experiencia en pintura ni era de su total agrado.

En diversas cartas a sus parientes, Miguel Ángel hace referencia a su trabajo en la Sixtina, mostrando el gran esfuerzo que implicó para él, ya que a lo largo de su carrera siempre se consideró escultor y no pintor.

¿Por qué el «Juicio Final» (Juicio Universal) de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina fue censurado?

Por qué el Juicio Final (Juicio Universal) de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina fue censurado es una historia que va más allá del pudor: es el choque entre la libertad del genio y el control institucional. En esta colosal obra, Miguel Ángel no solo pintó cuerpos; desnudó dogmas, rompió moldes y se atrevió a mostrar lo sagrado con carne viva.

Los propios Museos Vaticanos han explicado con detalle en su sitio oficial el proceso que transformó la obra en una batalla pictórica entre espiritualidad y piel.

¿QUÉ REPRESENTA EL JUICIO FINAL DE MIGUEL ÁNGEL?

Significado religioso y artístico de la obra

El Juicio Final Miguel Ángel, pintado entre 1536 y 1541 en el ábside de la Capilla Sixtina, representa el regreso de Cristo al mundo para juzgar a vivos y muertos. Pero no es una lectura decorativa del Apocalipsis.

Miguel Ángel convirtió la pared sagrada en un teatro dramático de almas en ascenso, cuerpos en caída, y miradas cargadas de angustia o gloria. La figura de Cristo, poderosa y central, impone más temor que consuelo; los santos aparecen musculosos, casi paganos, lejos del canon medieval. Fue una reinterpretación explosiva de la fe cristiana, una que muchos no estaban preparados para mirar de frente.

Ubicación e importancia en la Capilla Sixtina

Este fresco monumental fue encargado por el papa Clemente VII y completado bajo Pablo III, cubriendo la pared del altar mayor. Su posición lo hacía imposible de ignorar: todos los cardenales, al entrar para un cónclave, debían mirar de frente a ese Jesús que parecía más juez que redentor. Según los Museos Vaticanos, esta ubicación le otorgaba un papel protagónico dentro de uno de los espacios más sagrados, pero también lo volvía aún más controversial.

¿Por qué generó polémica el «Juicio Final»?

Los cuerpos pintados por Miguel Ángel estaban desnudos, sí, pero también vivos, anatómicamente intensos, con músculos definidos, posturas retorcidas y expresiones humanas. No eran ángeles etéreos, sino criaturas humanas al borde del juicio eterno. Para la Iglesia del siglo XVI, sumida en plena Contrarreforma, esto fue demasiado. Los genitales de santos y vírgenes no eran un gesto artístico: eran una herejía visual. La tensión entre el cuerpo como templo y el cuerpo como pecado explotó en cada centímetro de piel descubierta.

Algunos consideraron la obra obscena. Biagio da Cesena, maestro de ceremonias papal, acusó la pintura de ser más apta para baños públicos que para una capilla. Su crítica le valió el escarnio eterno: Miguel Ángel lo retrató como Minos, el juez del infierno, con orejas de burro y una serpiente mordiéndole los genitales. Pero la broma no impidió el escándalo. La presión aumentó y el clero exigió una respuesta institucional.

¿Qué hizo el Vaticano para acallar lo polémico del Juicio Final?

La respuesta llegó con la fuerza de un decreto moral. Tras el Concilio de Trento, que en 1563 impuso nuevas normas sobre el arte religioso, la desnudez dejó de ser tolerada. El Vaticano designó a Daniele da Volterra, discípulo de Miguel Ángel, para cubrir las partes «indecentes» con telas, velos y postizos que más parecían manchones que pudor. Su trabajo le valió el apodo de Il Braghettone (el calzoncillero), y marcó el inicio de la censura en el arte sacro.

La ironía es que esta intervención no fue una restauración ni una reinterpretación: fue una mutilación visual. La obra original fue alterada no por razones técnicas, sino morales. Aunque varias de las «bragas» fueron eliminadas en restauraciones del siglo XX, aún queda la sombra del juicio que la obra sufrió… mucho antes del Día del Juicio.

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