2 de noviembre de 2025
Cultura / Sociedad

“EL DIVORCIO PUEDE SER UN ACTO DE LIBERTAD”: CATALINA MURILLO

La escritora costarricense Catalina Murillo Valverde, una de las voces más sólidas de la literatura contemporánea de Centroamérica, vuelve a sorprender con su nuevo libro Virutas de un divorcio y lo demás son cuentos, una recopilación de relatos que exploran con ironía, sensibilidad y lucidez los pliegues más íntimos de la experiencia humana.

En Virutas de un divorcio y lo demás son cuentos, Murillo examina los afectos y los duelos, la autonomía y la memoria. El cuento que da título al volumen convierte el divorcio en una experiencia de transformación, no de derrota. La autora aborda el tema desde la libertad de una mujer que se separa porque desea reencontrarse consigo misma.

Catalina, ¿desde dónde viene este libro y cuánto tiempo llevas escribiéndolo?

No es un libro que haya escrito en un año. Hay cuentos que datan de hace muchos años y otros muy recientes. Virutas de un divorcio fue el último que escribí. Cada relato responde a un momento anímico y personal distinto.

Cuando sentí que tenía una colección sólida, la presenté a la editorial. Incluso hay un cuento en el que la autora del texto original, escrita hace décadas, vuelve y le añade notas al pie, conversando con su yo del pasado.

Divorciarse también puede ser un acto existencial”

Tu cuento sobre el divorcio no lo aborda como algo negativo, sino como un proceso existencial.

Creo que ahí está una de las originalidades del libro. Habla de una mujer que se permite terminar una relación porque quiere sentirse viva otra vez. Es un acto de libertad. Ella misma dice: “no me esperaba que fuera más difícil superar un divorcio cuando una deja que cuando te dejan”.

Es una idea poderosa, porque culturalmente las narrativas siempre nos mostraron a la mujer abandonada, triste, llorando. Yo quería retratar lo contrario: a una mujer que toma las riendas de su historia, aunque eso signifique desafiar a todas sus ancestras que le dicen “eso no se hace”.

¿Por qué decidiste combinar relatos tan personales con otros de tono más social?

Porque no todos los cuentos nacieron en la misma época ni desde la misma mirada. Algunos son profundamente personales, otros hablan de la gente de mi generación o de los dilemas humanos universales. Hay uno que tiene más de diez años. Me interesa esa mezcla: no escribir solo sobre mí, sino sobre los otros, sobre lo que observamos en los demás.

Los espacios urbanos parecen tener un papel esencial. ¿Por qué son tan importantes para ti?

Yo amo el paisaje urbano. Me fascina observar a la gente, ver cómo se mueve en las ciudades. Vengo de Costa Rica, un país paradisíaco, pero me inspira más lo cotidiano de las urbes.

En mis cuentos, los personajes dialogan con su entorno. Por ejemplo, hay un cuento ambientado en Managua: cuando la protagonista está enamorada, la ciudad le parece hermosa; cuando su relación termina, la ve gris y hostil.

Eso me interesa, cómo el amor y el desencanto cambian nuestra percepción del mundo.

“Las mujeres de mis cuentos no son víctimas”

Tus personajes femeninos son complejos, no responden a estereotipos. ¿Qué autoras te han influido?

Hay dos que tengo siempre a mano: Vivian Gornick y Ursula K. Le Guin. Gornick, por su forma honesta de escribir sobre la experiencia personal; y Le Guin, por su lucidez sobre las estructuras de poder y la identidad. Ambas me enseñaron que escribir sobre una misma no es un acto de vanidad, sino de reconocimiento.

Y debo decir que mi novela Una mujer insignificante también marcó este libro. Aquella historia trata de una mujer que literalmente muere de amor. En cambio, en Virutas de un divorcio, la protagonista es una mujer que vive precisamente porque se atreve a amar de nuevo.

¿Cómo seleccionaste y ordenaste los cuentos?

Fue un trabajo de cosecha. Tenía muchos relatos guardados y quise reunir aquellos donde sentía que mi lenguaje y mi mirada se habían encontrado. No me interesa el melodrama, sino provocar una reflexión en quien lee.

Al final decidí cerrar con el cuento “El silencio”, que tiene un final fuerte, casi un portazo. Me gusta que los libros de cuentos también dialoguen entre sí, aunque puedan leerse por separado.

Me interesa la neurosis humana”

¿Encontraste un hilo conductor entre los relatos al reunirlos?

Sí, definitivamente. Me doy cuenta de que siempre vuelvo al mismo tema: la incapacidad humana para ser feliz. No me atraen las historias violentas ni los extremos. Me gusta observar las neurosis cotidianas, los enredos emocionales, la confusión con la que vivimos. Parece que no pasa nada, pero en realidad está ocurriendo todo dentro de los personajes.

El cuento “Virutas de un divorcio” fue una especie de manifiesto. Yo quería escribir un relato que terminara diciendo: “vayan y sean felices”. Siempre pensamos que un cuento debe ser trágico, que debe dar un golpe final. Yo decidí que el mío ofreciera un respiro.

¿Hay algún cuento que te haya sorprendido al revisarlo?

Sí, Vacaciones sin hombres. Es un texto que casi define el tono de mi próxima novela. Al volverlo a leer, descubrí una voz distinta, más libre, más juguetona. Creo que marca el camino de lo que viene.

El poder de la escritura honesta

Virutas de un divorcio y lo demás son cuentos consolida a Catalina Murillo como una narradora de enorme sensibilidad, capaz de convertir lo íntimo en universal. Su escritura combina humor, introspección y una profunda comprensión de las emociones humanas. Cada relato revela una mirada aguda sobre la soledad, el deseo, la autonomía y la memoria.

En un tiempo donde muchas mujeres buscan redefinir su independencia, el libro de Murillo se levanta como un espejo luminoso de la vida contemporánea.

Matehuala
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