2 de noviembre de 2025
Cultura / Sociedad

CONOCE NAGORO, EL PUEBLO JAPONÉS DONDE VIVEN MÁS MUÑECOS QUE PERSONAS

Hay lugares en el mundo que parecen extraídos de una ficción y Nagoro, el pueblo japonés donde viven 300 muñecos, es uno de ellos. No solo se trata de que estén presentes estos elementos, ¡sino de que casi no viven personas!

Cada rincón del pueblo cuenta una historia inquietante y ha captado la atención porque los muñecos que viven ahí son de tamaño real, distribuidos en calles, casas, aulas y paradas de autobús. Caminas y, de pronto, un maniquí vestido como un anciano te da la impresión de que alguien te observa desde lo invisible.

El origen de ese paisaje surrealista es íntimo y emotivo: cuando la artista local Ayano Tsukimi regresó al pueblo para cuidar de su padre, descubrió que Nagoro se estaba convirtiendo en un pueblo fantasma, víctima del éxodo rural y el envejecimiento poblacional.

Entonces comenzó a fabricar muñecos que representaran a quienes se habían ido o fallecido, como una forma de mantener viva la memoria del lugar y dar “compañía” a los espacios vacíos. Poco a poco, los muñecos se multiplicaron, y hoy superan ampliamente el número de habitantes humanos.

¿Dónde está Nagoro?

Nagoro (名頃) es una aldea ubicada en la prefectura de Tokushima, sobre la isla de Shikoku, dentro del remoto Valle de Iya (Iya Valley). Está situada en la ruta nacional 439, en una zona montañosa y bastante aislada, lo que la hace menos accesible que muchos destinos turísticos habituales.

Ese aislamiento contribuyó a que Nagoro, como muchas comunidades rurales en Japón, sufriera una fuerte despoblación: jóvenes que migraron a ciudades en busca de oportunidades y el envejecimiento de quienes quedaban.

¿Por qué viven muñecos en Nagoro?

Durante décadas, Nagoro tuvo una población de aproximadamente 300 habitantes; sin embargo, debido al éxodo urbano y la baja natalidad, en los años recientes el número humano se redujo drásticamente.

Para 2015 se estimaron unos 35 habitantes humanos; para 2019 ya solo 27 personas residían allí.

Debido a este motivo, fue que Tsukimi Ayano, quien nació en Nagoro, pero su familia se mudó a Osaka durante su juventud, se decidió por la idea de los muñecos “vivientes”. Cuando su padre enfermó, decidió regresar al pueblo para cuidarlo. Pero al volver, encontró un pueblo vaciado, en silencio, con pocas personas viviendo allí.

En 2002, para proteger su huerto del ataque de aves, Ayano creó su primer muñeco (un espantapájaros) con rasgos de su padre, vistiendo ropa antigua: un gesto personal que eventualmente inspiró algo más grande.

Ese primer muñeco generó reacciones: algunos vecinos confundieron la figura con su padre real, lo que motivó a Ayano a seguir produciendo muñecos. A partir de ahí comenzó un proceso artesanal de confección de muñecos para representar antiguos residentes, personas que emigraron o fallecieron, así como personajes imaginados.

Ayano los considera como hijos simbólicos, una forma de “mantener vivas” las memorias de quienes se fueron. Cada muñeco tiene su postura, su vestimenta (ropa real cedida por antiguos habitantes o familiares) e incluso identidad narrativa: algunos son niños que “asisten a la escuela”, otros trabajan, otros simplemente “esperan en una parada de autobús”.

Al colocar esas figuras en espacios públicos y domésticos, Ayano transforma el vacío del abandono en un escenario evocador que mezcla lo nostálgico, lo poético y lo inquietante. Ese acto artístico también funciona como un reclamo silencioso ante la despoblación rural.

¿Cuántos muñecos “viven” en Nagoro?

Ayano Tsukimi ha creado más de 350 muñecos para poblar Nagoro, algunos reportes de medios han dicho que hay más de 400. En consecuencia, los muñecos superan por mucho a los seres humanos: más de 10 a 1.

¿En dónde están ubicados los muñecos?

Cuando la escuela del pueblo cerró en 2012, luego de que los dos últimos alumnos terminaran su instrucción, los salones quedaron vacíos. Ayano trasladó allí muñecos que “estudian”: pupitres con figuras, una profesora frente a la pizarra, niños sentados haciendo tarea.

También encuentras muñecos en la parada de autobús: figura solitaria, abrigo, postura casi humana. Asimismo, hay agrupaciones de muñecos sentados en bancas, haciendo parecer que están conversando en la calle, tomando té frente a casas o realizando actividades de campo.

De igual forma, hay muñecos que “trabajan” en obras viales o mantenimiento de calles, vestidos como obreros.

La particularidad de los muñecos de Nagoro ha atraído turistas y medios internacionales. Se ha convertido en una atracción única, llena de fotógrafos, viajeros interesados en lo extraño y documentalistas; aunque puede ser considerado como un lugar embrujado, para Ayano, simboliza una reclamación poética.

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