CONDÓN DE 200 AÑOS CON UNA ESTAMPA ERÓTICA: NUEVA PIEZA DEL RIJKSMUSEUM DE ÁMSTERDAM
Condón de 200 años con una estampa erótica de una monja nueva pieza del Rijksmuseum de Ámsterdam. Esta noticia puede parecer una provocación deliberada o a broma de mal gusto… pero es real y está colgado en una vitrina del museo más respetado de los Países Bajos.
Se trata de un preservativo de intestino animal del siglo XIX, cuidadosamente conservado, que lleva impresa la figura de una monja en actitud sugestiva. Erotismo y moral, pecado y protección, todo en un objeto tan íntimo como escandalosamente público.
Lejos de tratarse de una curiosidad aislada, esta pieza ha generado un debate sobre los límites del arte, el cuerpo como espacio simbólico y la herencia cultural de la sexualidad en Europa.

¿Qué es el condón de 200 años que exhibe el Rijksmuseum?
La pieza es un preservativo del siglo XIX elaborado con membrana animal (probablemente intestino de cordero), uno de los materiales más comunes antes de la industrialización del látex. Mide cerca de 19 centímetros de largo, está cosido a mano y presenta una discreta cinta de ajuste en la base, lo que evidencia su uso reutilizable en la época.
Lo más insólito es la imagen estampada en su superficie: una monja semidesnuda, dibujada con estilo grabado, que sostiene un libro mientras revela parte de su cuerpo. El objeto fue hallado en una colección privada y adquirido recientemente por el Rijksmuseum para formar parte de una muestra sobre historia íntima, cuerpo y sexualidad en Europa.
Una monja y una estampa erótica: el arte oculto del preservativo
El grabado en el condón no es casual. Según expertos, el uso de imágenes religiosas con carga sexual fue un recurso frecuente en el erotismo clandestino europeo del siglo XVIII y XIX, especialmente en Francia y Holanda. La figura de la monja simboliza el conflicto entre represión y deseo, entre el voto y el cuerpo, entre la fe y lo prohibido.
Esta pieza pone en evidencia cómo, incluso en objetos funcionales y privados, el arte erótico encontró espacios para florecer, muchas veces a modo de crítica o sátira social. El preservativo no solo protegía del embarazo o las infecciones: también encubría, literalmente, fantasías que no podían expresarse en público.

¿Cómo eran los preservativos en el siglo XIX?
Lejos del látex moderno, los preservativos del siglo XIX eran objetos artesanales, costosos y reutilizables. Estaban hechos de vejiga o intestino de animales, y requerían un proceso laborioso de limpieza y mantenimiento. Su uso era limitado a clases altas, y su comercialización estaba rodeada de prejuicios, tabúes y legislación ambigua.
No fue hasta finales del siglo XIX que se comenzó a experimentar con caucho vulcanizado, pero la explosión del uso masivo de condones llegaría solo en el siglo XX, con la aparición del látex moldeado y las campañas de salud pública.
En ese contexto, que un preservativo contuviera una imagen grabada ya era inusual; que esa imagen fuera erótica y religiosa lo convierte en una rareza absoluta.
Erotismo, religión y sexo: piezas provocadoras en museos de Europa
El Rijksmuseum no es el único museo que ha apostado por romper con la visión estéril de los objetos históricos. Museos como el British Museum o el Museo del Prado han albergado exposiciones donde sexo, religión y arte dialogan de forma provocadora.
Desde dildos romanos de bronce hasta imágenes devocionales con subtexto sensual, Europa ha cultivado un legado visual donde lo sagrado y lo carnal se entrelazan. Este condón, con su mezcla de utilidad, moralidad e ironía, entra directamente en ese linaje de piezas incómodas y fascinantes.

¿Por qué el Rijksmuseum incorporó esta pieza en su colección?
La incorporación del preservativo con estampa de monja responde a un enfoque curatorial más abierto y menos censurado, que el Rijksmuseum ha defendido en los últimos años. Según el museo, esta adquisición “expande la comprensión del cuerpo en la historia del arte, más allá de la estética y hacia su dimensión social y simbólica”.
La pieza forma parte de una sección en crecimiento dedicada a la vida íntima en los siglos XVIII y XIX, donde también se exploran prácticas de higiene, anticoncepción, menstruación y erotismo. Para los curadores, mostrar un condón del siglo XIX no es una provocación: es un acto de honestidad histórica.