28 de septiembre de 2023
Cultura / Sociedad

BOTERO: ADIÓS A LA LEYENDA DE LA VOLUPTUOSIDAD

En su domicilio, en Mónaco, ayer falleció el pintor, dibujante y escultor colombiano Fernando Botero (1932- 2023), definido como uno de los artistas latinoamericanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, quien en su estilo fusionó el arte renacentista, el barroco y la tradición latinoamericana.

A los 12 años, su tío Joaquín Angulo lo envió a la escuela taurina del banderillero Aranguito en el centro de Medellín. Durante esa época, pasó la mayor parte del tiempo dibujando escenas de la fiesta brava, en especial las corridas de toros. El colorido de ese mundo alimentó su imaginación y su interés por el dibujo. Un domingo en la plaza de la Macarena, de Medellín, al final de la corrida vendió en dos pesos una de sus obras.

En 1948, a los 17 años, Botero se pagó sus estudios con su sueldo como ilustrador del suplemento dominical del periódico más importante de la ciudad. Fue diseñador de escenografías, colaborador de un programa radiofónico y en 1949 se mudó a Bogotá, donde frecuentó el famoso café Automático, donde conoció a personajes de la vanguardia colombiana. Sin embargo, su trabajo artístico, expuesto en la galería Leo Matiz no tuvo el eco que esperaba.

En 1952, presentó su segunda muestra individual en la galería Leo Matiz, la cual tuvo una mejor acogida y recibió el segundo lugar del Noveno Salón Anual de Artistas Colombianos. A partir de entonces inició un camino de formación en España, París e Italia. Tres años después, Botero volvió a Bogotá y con 20 obras nuevas expuso en la Biblioteca Nacional, pero no tuvo éxito. A principios de 1956 viajó a México, donde logró definir el característico estilo Botero, donde le llamó la atención el volumen escultórico de la cultura olmeca y el arte precolombino.

Después viajaría a Nueva York, donde puso un pequeño estudio y montó su primera exposición, pero la crítica, concentrada en el abstraccionismo y el pop art, definió a Botero como “un monumento a la estupidez” y su trazo fue señalado como caricatura.

A principios de los 60, recibió el Guggenheim International Award 1960, por su obra The Battle of the Archdevil, mientras el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiría Mona Lisa a los doce años. Seis años después logró exponer su obra en la Interamerican Society, donde Jean Aberbach quedó encantado por su obra.

A partir de entonces su trabajo pictórico despegó y empezó a exponer su obra en países como Bélgica, Suecia y Estados Unidos. Sin embargo, uno de los momentos que marcaron su despegue como creador mundial fue la exhibición de 32 esculturas en Los Campos Elíseos, de París; muestra que repuso en Park Avenue, en Nueva York.

Un duro grupo ocurrió en 1995, cuando terroristas colocaron una bomba debajo de la escultura de bronce Pájaro, que Botero donó a Medellín y que fue colocada en la Plaza del Mercado. El atentado dejó un saldo de 23 muertos y 200 heridos; y en recuerdo de las víctimas de aquel atentado, Botero donó la escultura La Paloma de la Paz.

En México, país donde brilló especialmente, Botero expuso en seis ocasiones: en el Museo Rufino Tamayo (1989); en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) (1999); en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2001) y en el Palacio de Bellas Artes (2012).

A partir del 2000 el artista plástico colombiano tuvo exposiciones en París, en la Kunsthalle Würth, en Alemania; en el Palazzo Venezia, en Roma; Musée National des Beaux Arts, en Quebec; en el Palazzo Reale, en Milán, en Estados Unidos, España e Italia; y su obra fue adquirida en los más prestigiosos museos de Europa y Estados Unidos.