ARTURO ORTIZ STRUCK, LA VIDA, MÁS ALLÁ DEL ALGORITMO

La vida se desencadena sin control alguno; no se puede registrar ni administrar ni estructurar; nada puede asir sus texturas ni su subjetividad. Ésta es la conclusión a la que llegó el arquitecto y artista visual Arturo Ortiz Struck (1969), realizador de diversos tipos de mapas, cuando introdujo esta herramienta a la literatura, a la ficción.

En su primera novela, El mapa de mi neurosis (Universidad Iberoamericana), el escritor demuestra, a partir de su protagonista, que es un cartógrafo, cómo los mapas son un sistema de representación que “siempre es posible poner en crisis”.

En esta época en que los mapas están muy a la mano y en todos lados, explica el creador en entrevista con Excélsior, quiso ratificar la certeza de que no todo está al alcance del algoritmo.

Pensemos en sistemas como Uber Eats, Rappi o Amazon. Todo está en mapas y eso se ha ido potenciando enormemente. También nuestros comportamientos quedan registrados. Hay un mapa que reconoce dónde estamos, a través de nuestras tarjetas de crédito, las redes sociales o el número telefónico. Todo es potencialmente visible. Así integran el algoritmo de cada persona”, afirma.

Los mapas son programas cartográficos con los que puedes geolocalizar prácticamente cualquier cosa y darle seguimiento. Pero no debemos olvidar que lo que mejor muestra un mapa es a quién lo hace, porque éste tiene una agenda, un motivo y una intención”, añade.

El mapa de mi neurosis está narrado en dos temporalidades: la primera es el acercamiento del protagonista a la cartografía digital y la segunda refleja al personaje en la cuarentena de la pandemia, su lucha contra la neurosis y la ansiedad producida por el encierro.

El mapa tiene siempre una mirada panóptica, como si viéramos la realidad desde el cielo, de manera estadística, científica; pero, al final del día, la vida no se puede administrar. Y lo que sucede en un mapa cartográfico, por más verdad que sea, no es igual a las texturas de la vida cotidiana”, comenta.

El artista confiesa que la novela nació a raíz de un mapa que realizó para una exposición que presentó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2019. “Recogía la extracción, oro, carbón, gas natural, petróleo, plata y otros minerales, y la comparaba con la violencia. Ahí supe que podía experimentar en diversos ámbitos”.

Dice que escribió esta historia durante la pandemia, pero cuando aún no se sabía qué iba a pasar. “Era un texto que no estaba dirigido a nadie, no pensaba en los lectores. Tampoco tenía límites de extensión ni de nada”.

El también periodista narra que la novela describe un territorio que tiene leyes, pero que no se pueden aplicar. “Un espacio donde las negociaciones se dan a flor de piel, muchas veces más allá de los marcos jurídicos. Y eso genera un país profundamente diverso, pero también violento”.

Detalla que la historia tiene dos protagonistas. “Uno es el territorio de México a través de los mapas. Y el otro es el geógrafo que vive la pandemia y, desde ella, narra su historia de vida y su trabajo, donde construye mentiras que le dan de vivir con cinismo”.

El maestro en urbanismo define al personaje principal como “un hombre que, con cierto humor negro, no le cree nada a nadie: ni a su jefe gánster ni a los clientes ni a sus compañeros. Y no le importa hacer un trabajo cuestionable.

Empieza a realizar unos mapas que nadie le pide y va poniendo todo en crisis. Y, finalmente, enloquece. Sus mapas se vuelven telarañas. Quiere salirse del mapa y se va a la calle, donde se encuentra con el terror y la muerte. Se multiplican sus angustias y su ansiedad”, indica.

Ortiz Struck señala que le fascinó esta incursión en el género de largo aliento. “Había escrito cuentos de ciencia ficción, pero sin planes de publicarlos. Ahora estoy confeccionando un libro sobre los topes, su historia y cómo reflejan el desorden de las instituciones y de los ciudadanos. Además, ya empecé otra novela”, concluye.