19-S 40 AÑOS: “¿¡POR QUÉ NO DEJAN LA CÁMARA Y SE PONEN A AYUDAR!?”

Y de pronto, mientras Francisco Mata Rosas registraba con su cámara un edificio afectado por el terremoto del 19 de septiembre de 1985, escuchó un grito que jamás olvidó: “¿¡Y por qué no dejan la cámara, agarran una cubeta y se ponen a ayudar!?”, le gritó uno de los voluntarios.

Entonces, la mente de Mata Rosas, uno de los fotógrafos mexicanos más relevantes de nuestro tiempo y quien registró minuciosamente aquella ciudad herida, sintió un sismo interno y ya nada volvió a ser igual.

Aquel reclamo me impactó muchísimo, pero entendí que nuestra labor periodística era importante, aunque sí compartía esa idea de que deberíamos dejar las cámaras y ponernos a sacar escombros”, reconoce Mata Rosas en entrevista con Excélsior a 40 años de aquel sismo que marcó la ciudad y que dejó una huella imborrable en su trabajo y en su mirada.

Pese a todo, el fotógrafo, que entonces laboraba en La Jornada, continuó su labor. “El trabajo fotográfico siempre se ha manejado en medio de esta disyuntiva, pero la labor del fotógrafo es documentar, registrar, ser testigo, opinar, informar y no necesariamente ser parte de lo que está sucediendo. En muchas ocasiones, nos toca ser parte de lo que está sucediendo, es decir, ayudar a la gente o apoyar de la manera que sea posible. Sin embargo, nuestro trabajo principal es informar con las fotografías”, explica.

¿Cómo impactó en su trabajo lo que vio aquel 19 de septiembre?, se le pregunta a Mata Rosas, autor de series como México-Tenochtitlan, Sábado de Gloria y Centro Habana. “Como fotoperiodista sí me marcó ver a la ciudadanía reaccionando de aquella manera, ver en colonias como la Doctores, el Centro Histórico y la Roma, de qué manera se autogestionaba la ayuda y los rescates.

Eso me hizo valorar muchísimo lo que después aparecería en mis series fotográficas: ese sentido de solidaridad del chilango, ese ser chilango que significa un montón de cosas, pero, entre otras, es el arraigo, el saber de dónde somos y el tener la disposición constante de colaborar y apoyar al otro”, describe.

Y a esto se suman valores de empatía, solidaridad y tolerancia que encontró en los barrios, abunda el ganador del Premio de Adquisición en la Bienal de Fotografía Mexicana (1988). “En otros sectores de la ciudad no los encontramos ya: Lo que sucedió en esos días, en esos meses, fue una muestra concretísima de esa capacidad de convivencia de los barrios populares”.

¿Qué le reveló la ciudad del 85? “Me llamó la atención todos esos edificios que se cayeron en San Antonio Abad; entonces no sabíamos que allí había talleres de costureras casi en condiciones de esclavitud y de una explotación tremenda… y que desembocó en un importante movimiento político y de vivienda”.

¿En qué zonas de la capital trabajó en 1985? “En San Antonio Abad, Fray Servando Teresa de Mier, en Tlatelolco y también me tocó fotografiar la implosión de los edificios de la Unidad Juárez, en la colonia Roma”.

¿Recuerda algunos personajes del 85? “Entras en contacto con muchas personas. Parte de mi metodología de trabajo es comunicarme con las personas, hablar con ellas y mirarlas a los ojos, pero sería injusto mencionar a una persona de aquel momento.

Ya después seguí a Superbarrio, un personaje peculiar por la cantidad de símbolos y signos que encarnaba… Fue un personaje inédito en la lucha política en México y le dio un rostro particular a esos movimientos y a la ciudad misma”.

¿Qué tanto cambió la respuesta del 85 respecto del sismo de septiembre de 2017? “En el sismo de 2017 también salí a la calle a fotografiar, ahora incluso con dron, y sí hubo algunos paralelismos. Pensando en los jóvenes, me parece que la historia que se construyó en el 85 se convirtió casi en leyenda, de cómo la gente colaboró, se organizó y salió a las calles… Pero cuando ocurrió el terremoto de 2017, automáticamente, ellos salieron a la calle a colaborar y a organizarse, aunque las condiciones fueron distintas, pues en este segundo episodio sí hubo una actuación más rápida del gobierno y de otros organismos. No como en el 85, que el gobierno se quedó pasmado durante varios días y no sabía qué hacer”, concluye.